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La lucha contra la guerra es inseparable de la lucha de clases del proletariado. Una irreconciliable conciencia de clase es la primera condición para la lucha exitosa contra la guerra. Los peores destructores de la conciencia de clase y los peores saboteadores de la lucha revolucionaria en este momento son los llamados “comunistas”. Esta gente esta “luchando” contra la guerra, solamente en Alemania, Italia y Japón, es decir, en aquellos países donde son insignificantes mientras que en los llamados países democráticos, es decir, donde la burguesía les permite existir sin molestarles, los “comunistas” son en este momento, los primeros agitadores a favor de la guerra imperialista.
Estos caballeros celebran conferencias pacifistas, banquetes y desfiles, para encubrir su trabajo traicionero. Junto con arribistas parlamentarios, sacerdotes de diversas iglesias y aburridas damas liberales, elevan al cielo esporádicas oraciones por la paz. Este pacifismo de salón y bazar de iglesia, no puede evocar otra cosa que desagrado, en todo miembro atento de la clase trabajadora. Por esta razón, la lucha contra la guerra debe empezar y terminar con el desenmascaramiento del papel traicionero de la Comintern, que se ha transformado finalmente en un agente de la burguesía imperialista. La Segunda Internacional no es mejor, por supuesto. Pero está menos comprometida y por lo tanto es menos peligrosa. Deja el trabajo más cínico y vergonzoso a la Comintern, la cual surje ya en España como el carnicero abierto y directo de la revolución.
Luchar contra la guerra significa sobre todo, construir la nueva internacional, consolidar sus filas, y templar sus cuadros.
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